El germen de esta novela fue, sin duda, el personaje de María y, un poquito, el de su madre, doña Pilar.
Una tarde, oí por casualidad cómo dos personas hablaban sobre una tercera, una mujer de más de 30 años completamente reprimida por su madre. Debo reconocer que escuché sin ningún tipo de pudor toda una conversación a la que no había sido invitada; incluso saqué mi cuaderno y tomé algunas notas. Pero aquello no hubiera llegado a diferir de otras ocasiones en las que me sucede algo parecido a no ser por la aparición en la cafetería en la que nos encontrábamos de la mujer en cuestión. Mis vecinos de mesa se callaron de pronto e hicieronn gestos hacia la puerta. Dirigí la mirada hacia allí y descubrí a una mujer que, en un primer momento, me pareció completamente anodina. Enseguida comprendí que se trataba de la misma que emborronaba las páginas de mi libreta y, no sé por qué, la cerre. La vi caminar despacio, como si no quisiera molestar con su presencia, hasta que se sentó a una mesa situada al fondo de la sala. Desde ese instante no pude dejar de mirarla. Sin duda alguna era María.
Durante el tiempo que dediqué a escribirla me paseaba por Madrid para encontrar posibles escenarios. Me encantaba perderme por los dos ambientes en los que se desarrolla la acción de la novela, pero, en especial, me volví una loca de los palacetes. ¿Sabíais que en Madrid capital hay más de 87 palacios? En wikipedia tenéis un listado. ¡Os animo a visitarlos!


Tardé once meses en terminar la novela; estaba preparada para empezar a enviarla a las editoriales. Por aquella época, mi amiga, la escritora Amelia Noguera, publicaba su novela La marca de la luna con Roca editorial y en la presentación tuve la suerte de conocer a Blanca Rosa Roca. Nos pusimos a charlar, se interesó por mí y por mi novela y me pidió que se la enviara. Un mes después firmábamos contrato y, un año más tarde, la novela salía a la venta. Para la presentación me acompañaron, en el Espacio de Fundación Telefónica, Blanca Rosa Roca y Fernando Marías, uno de mis escritores favoritos.



También hubo presentación en otras ciudades, como Valencia, Cartagena, Murcia, Majadahonda y Cádiz.



Con Donde las calles no tienen nombre acudí por primera vez a la Feria del Libro de Madrid como autora.



Gracias a esta novela conocí nuevos clubs de lectura y participé en diferentes charlas, mesas redondas y conferencias sobre novela negra. Fui una de las novelas leídas en la semana literaria de Cartagena y compartí ese honor con grandes autores. Me encantó conocer a tantos jóvenes lectores y escuchar sus opiniones sobre mis personajes y los pequeños detalles que les habían llamado la atención de Donde las calles no tienen nombre, como la música.



Una curiosidad: escribí esta novela en el salón de mi casa, sentada en el sofá y con el ordenador portátil sobre las piernas. A veces, las más, mis hijas y mi marido andaban por allí, ¡incluso con la televisión puesta! No sé por qué lo hice así, ¿quizás porque no quería quedarme a solas con doña Pilar?