Personajes: Amparo

Amparo es, sin duda, el personaje principal de Despiértame cuando acabe septiembre. Es quien narra la historia, escrita en primera persona y en presente. Debo reconocer que cuando comencé a escribirla buscaba experimentar. Soy más escritora de personajes que de historias y, en esta ocasión, quise centrar mi novela en una protagonista atípica, así que elegí a Amparo, una mujer que ha sobrepasado la cincuentena, que vive desde hace años en un pequeño pueblo y que, a primera vista, no presenta ningún atractivo. A lo largo de la novela, vamos viendo su evolución. Si algo bueno tiene este personaje es que, para bien o para mal, tiene un poquito de cada uno de nosotros.

«Llevo viviendo sola un año, tres meses y cinco días; desde que Antonio desapareció. La congoja me vence y me echo a llorar mientras coloco el último cubierto en la mesa donde vamos a celebrar mis cincuenta y cinco años. Últimamente me pasa mucho; acabo de comenzar con los sofocos de la menopausia, quizás sea por eso. No quiero que mis hijas se den cuenta de mis lágrimas. Están a punto de llegar. Voy al cuarto de baño y me lavo la cara.»

Conrad es quien va a acompañar a Amparo a lo largo de toda su búsqueda. Al igual que ella, también ha perdido a su pareja, pero en su caso, la obsesión por encontrar al culpable marca su vida.

«—¿Te he dicho cómo murió mi mujer? —dice—. Perdona, dudo si te lo he contado ya, porque lo repito tantas veces…, se lo cuento a todo el mundo… —Baja la mirada. Qué difícil es mantenerla cuando nos estamos desnudando—. La derribó un coche mientras paseábamos en bicicleta. El cabrón ni siquiera paró.

Una mueca dibuja arrugas desesperadas en su cara. Pienso que tal vez no haya estado siempre así de flaco. Yo misma estoy mucho más delgada desde la desaparición de Antonio. Es lo que tiene la congoja, que se disfraza de tapón y se coloca en la garganta impidiendo que lo atraviese cualquier cosa, a ratos incluso el aire.

—En cuanto oí el ruido del motor, casi apagado por la música que escapaba de la ventanilla, supe que el coche iba demasiado deprisa —continúa—. Me giré sobre la bici y le hice un gesto al conductor para que redujera la velocidad, pero en lugar de eso me saludó burlón. Memoricé su rostro de piel clara, su pelo rubio, el modelo del coche y la matrícula: todos los números menos el último. Cuando me volví hacia Amparo, buscando su complicidad contra ese conductor estúpido, la encontré en el suelo».

El marido de Amparo, Antonio, es otro de los principales personajes de la novela a pesar de que lleva tiempo desaparecido. Ha sido el compañero perfecto de Amparo desde la infancia.

«En cuanto llegué, los chismosos comenzaron a decir, entre risas, que hacíamos buena pareja. Antonio se parecía a su madre: sus ojos demasiado claros y su piel translúcida. Nunca llegó a cambiar la voz del todo, por eso siempre hablaba en un susurro, intentando evitar las burlas. Andaba a pasitos cortos y giraba las muñecas para enfatizar sus palabras, ladeando la cabeza. Cuchicheaban a su paso desde que era niño. Yo, en cambio, tengo la voz grave, no estoy delgada y mis andares son contundentes. No me parezco en nada a mis paisanas, las que llegaron a la vez que yo e inundaron las playas. —¿Cuál de los dos será la Sueca? —se mofaban al vernos pasar.»

Toñete es el que desencadena la acción de la novela. Amparo emprende su búsqueda en cuanto se entera de su desaparición. Se trata de su hijo pequeño, el único chico de la familia.

«Toñete siempre ha ido a la suya. Dejó pronto los estudios, no se le daba bien memorizar cosas que, según él, no le servían para la vida real, y se puso a trabajar. Recorrió la mayoría de los negocios del pueblo, esos en los que lo único que se requiere es maña, destreza y ganas de aprender. De esas tres cosas anda sobrado. Un día vino diciendo que la Albufera se le había quedado pequeña y, después de recorrer España, se soltó al mundo. Chapurrea varios idiomas y consigue hacerse entender en todos. Hace medio año se marchó a Inglaterra y ya son tres las semanas en las que no ha respondido a mis llamadas. Bueno, es cierto, a veces desaparece. Sobre todo, cuando se echa alguna novia.»

Otro de los personajes importantes de la novela es Piedad, la cuñada de Amparo. Es muy diferente a ella, pero eso no ha impedido que sean casi como hermanas.

«Terminamos la cena sin dirigirnos la palabra. Se levanta servil a recoger la mesa. Sus movimientos son sigilosos, como si buscara esconder su presencia. Nunca le ha gustado llamar la atención y supongo que no le ha sido fácil. De su madre sacó la tristeza en los ojos, y de su padre, la piel morena y unos rasgos intensos, casi salvajes. Tengo entendido que, durante su juventud, muchos chicos intentaron cortejarla, pero mi suegro los echaba en cuanto ponían un pie en los alrededores de la barraca, como si los oliera a distancia.»

Junto a estos personajes encontramos otros muchos con diferentes personalidades que aportan su pequeño o gran granito de arena a esta historia.

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